Dir. Ross MacGibbon, Ian Rickson
Reparto: Roger Allam, Rosalind Eleazar, Toby Jones, Aime Lou Wood...
UK, 2020, 130 minutos
Chejov, Potato y el vodka
Hay tres obras de teatro que veo siempre que tengo ocasión, en diversos escenarios e idiomas, Tío Vania, Luces de Bohemia y Esperando a Godot. Son tres pilares del teatro moderno, que muestra la miseria del ser humano y su desolación, y en el caso de Valle Inclán, de la más rastrera y miserable historia de la España negra.
Chejov fue casi el inventor del monólogo en teatro, no hay más que ver el final de esta obra, pronunciado por una actriz extraordinaria, Aime Lou Wood, joven, escocesa y poseedora de un desinhibido perfil. Stanislawsky llevó su reestreno al éxito en Moscú, porque su estreno en San Petersburgo fue un fracaso que el público no entendió al desdibujarse los personajes en una actuación muy plana.El autor de El método, que luego retomaría el chivato de Elia Kazan en Nueva York, conseguía sacar lo mejor de los actores aun a costa de su sufrimiento y dolor personal. Bien lo sabía Marlon Brando que tras su Último tango en París, juró no volver a ponerlo en práctica.
La epidemia de COVID juntó a un magnífico plantel de actores, es decir de la escuela británica, en el teatro Harold Pinter de Londres para grabar en cuatro días esta película de teatro filmado con truco, o sea no lineal, que se ve hipnóticamente.
Hasta Potato, ese genial grupo de ska-reggae-punk de Donosti, señalaba en una de sus celebradas canciones que había más cultura en una frase de Chejov que en toda la televisión. Bravo por ellos, siempre hemos defendido el mojito frente al patxaran. O, en este caso, el vodka.
alfonso