Reparto: Amir Jadidi, Abolfazl Ebrahimi, Fereshteh Sadrorafaei...
Irán, 2021, 127 minutos
Nos repetimos: decía Joaquín Reyes en su Celebritie sobre Lars von Trier, "He hecho muchísimas películas y todas sin excepción son un coñazo". Farhadi pesa en el ánimo y es capaz de hundirte el alma después de un baño en La Concha, tomando una cervecita con patatas en la terraza de La perla.
En esta traza un sinuoso rumbo para sumergirte en la ciénaga de la sociedad protochiita persa. Todo huele a cura de sotana enratonada y con halitosis, como un internado de jesuitas en los albores del franquismo. Todo rezuma esa pobreza de la clase media con tablets y móviles entre paredes desconchadas, fantoches con barba hirsuta de tres días y chándal carcelario comprado en el chino más inmundo del polígono Cobo Calleja.
Los actores tampoco ayudan, el protagonista con cara de perro apaleado todo el metraje, las mujeres con el sempiterno pañuelo de rayón, el niño tartaja y desnortado que es el que interpreta mejor la realidad.
El guion empieza flojísimo, va naufragando lentamente en un manglar de arena, remonta el vuelo en el último tercio y enseña las costuras, y los descosidos, al final. De la fotografía y la puesta en escena, mejor ni hablamos.
Y a pesar de todo engancha, la disección y el retrato en sepia de esa sociedad, de la burguesía del bazar que la sostiene, de los funcionarios de chalequillo de punto tejido por su abuela, de esas familias extensas que pesan como un sudario, acaba calando y seduciendo al respetable.
Además a algunos nos gustan los coñazos de arte y desmayo. Eso sí, más los de Lars von Trier que los de este bolastristes.
alfonso