Dir. Sofia Coppola
Reparto: Bill Murray, Rashida Jones, Marlon Wayans...
EE.UU. 2020, 95 minutos
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Desde su debut como pareja en Lost in translation, el binomio actor + ciudad maravillosamente fotografiada nos obsequia con otra obra, quizá menor según muchos críticos que no soportan la ligereza de unas reflexiones sobre el paso del tiempo, o el peso del tiempo. Que se fastidien, porque la película es deliciosa de ver, tiene unos diálogos ingeniosos y los dice Bill Murray, el mejor actor de este fin de siglo aunque estemos a principios.
La Coppola no puede prescindir de la total corrección política, bastante aniñada como es ella desde que protagonizó el Padrino III poniendo cara de yo no he roto un plato, y se demuestra en un retrato de la pareja interracial totalmente ingenuo, sobre todo en el retrato del guayabo. Negro.
Pero ahí está Bill Murray para alegrarnos la noche, con una capacidad gestual infinita de cuello para arriba, que siempre me ha recordado a Buster Keaton sin tener que cargar con la promesa de no sonreír jamás merced a un estúpido contrato publicitario del que se arrepintió hasta su muerte.
De las boutades que nos cuenta el bueno de Bill sobre la monogamia, esa lacra social, de los neandertales y sus querencias, que nos han dejado un catálogo de manías digna de peor causa y de su un punto patética costumbre de tirar los tejos a todo lo que se mueva, -que sea femenino, cuidado-, a pesar de los setenta, nos quedamos con la absoluta naturalidad con que podría recibir una reprimenda de las pedorras del Me2.
Me3, por cierto.
alfonso