Dir. John Hillcoat
Reparto: Woody Harrelson, Casey Afleck, Kate Wislet...
EE.UU, 2016, 115 minutos
A pesar del reparto con al menos tres grandes actores, la película es fiel reflejo de estos ominosos tiempos que dicen que corren, o que más bien permanecen estancados. Violencia, estética de video juego, personajes vacíos, actores que se venden o se alquilan al peor postor, guion inexistente.
El hermano listo de los Afleck quiere reinventarse en tipo duro y al pobre no le sale, Woody Harrelson, que siempre ha gozado de las simpatías del abajo firmante, hace una caricatura de sí mismo y del payaso que interpreta, algo es algo, y Kate Winslet se traviste de mafiosa ordinaria, es decir, rusa, para perpetrar un papel de mala malísima que no se cree ni un rapero de la Cañada Real.
Salen mareros salvadoreños encantados de haberse conocido y haber mamado de Farabundo Martí, sus pompas y sus obras; afroamericanos (negros) de conciencia más negra todavía; latinos con coletilla que parecen novilleros corriendo vaquillas en San Fermín; mafiosos rusos judíos, sionistas de baja intensidad, y otros personajillos que nadan en sangre y violencia, crueldad y despropósitos en una Atlanta en ruinas físicas y espirituales como la mismita América profunda.
El director es un australiano que rodó convincentemente ese libro trucho distópico alabado por la crítica hasta la náusea de Corman McCarthy, La carretera, mientras que la única película salvable de ese absurdo subgénero es Soy leyenda. Sobre todo por escuchar a Will Smith remedar a Bob Marley en I shot the sheriff
alfonso