Dir. CHloé Zahlo
Reparto: Frances McDormand, David Strathairn...
EE.UU. 2020, 108 minutos
No hay uvas y mucho menos ira. Hay melancolía y cierta tristeza empapada en un espeso potaje "todo americano" que arrasa con la poca poesía que pudiera tener la película. Uno abomina del espíritu cuáquero y evangélico que impregna a esos bienintencionados fantasmas que pueblan los desiertos donde vegeta la horda de perdedores que tanto desprecia el ex presidente de la América Pepsi. Aborrece esa falta de bagaje sentimental, imprescindible para sobrellevar las bromas pesadas de la vida, que pueden traducirse en su máxima expresión en echar una piedra al fuego en memoria de un fallecido.
La directora y guionista chino-americana no ha podido por menos que meternos una comida de Acción de Gracias, una cadena de montaje de Amazon y varios empleos igual de estrepitosamente deprimentes donde naufragan los paisajes de un desierto levemente rosa, las olas de un Big Sur completamente yertas, y hasta la música del siempre eficaz aunque reiterativo Ludovico Einaudi.
Solo Frances McDormand reina espléndida entre tanto vagabundo sobrevenido con vocación de pionero sin GPS, entre tanto gurú de autoayuda de colmado chino, entre tanto enfermo de cáncer en una sociedad con olor a almendras amargas, entre tanta hamburguesa grasienta y lata de cerveza tibia.
Ni el más leve asomo de crítica a esa forma de vivir que no es ni el sueño americano ni su pesadilla, tan solo la noche insomne y aburrida de un sesentón de próstata desvalida.
Ganará muchos Oscar porque satisface todas las expectativas de la Academia, porque está habilidosamente urdida, pero no convence a los que abjuramos de esa solidaridad cetrina de reunión de Alcohólicos Anónimos bajo la luz de neón.
Será la edad.
alfonso