Dirección y guion: Charlie Kaufman
Reparto: Jessie Buckley, Jesse Plemons, Toni Collette...
EE.UU. 2020, 134 minutos.
Netflix
Esta sí que es la película antinetflix por antonomasia. Quizá esa haya sido la razón para producirla porque Charlie Kaufman ya era conocido por sus excentricidades, sus no guiones y su buen cine por cierto, trufado de disquisiciones para cabrear al personal menos dado a la ensoñación, léase los palomiteros de toda laya.
Aquí lanza una cinta en formato 1:1, el más onírico, la mayor parte del metraje con una pareja encerrada en un coche durante una tormenta de nieve para visitar a los padres de él, granjeros del medio oeste, esos que llaman los estados de la Biblia, mientras el bueno de Kaufman diserta sobre la Identidad y el Tiempo, ambos con mayúscula.
En el ínterin hablan al desgaire sobre Tolstoy, David Foster Wallace y su Broma infinita, la película de Cassavetes y su mujer Gena Rowlands, A woman under the influence, sobre un maravilloso poema de Wordswoth, el de la película de Warren Beatty y Nathalie Wood; de los musicales de Broadway y de algunos temas tan localistas que a los europeos se nos escapan.
Cambian de aspecto, envejecen y vuelven a rejuvenecer, piensan en dejarlo, visitan su instituto, mutan en conserje, bailan el musical Oklahoma, y algunos espectadores piensan también en dejarlo tirando del mando a distancia, pero algunas ráfagas inquietantes, algunos diálogos abisales, algunos planos congelados del todo y los levísimos gestos dubitativos de la física devenida en poeta congelan ese dedo moribundo y exangüe al filo de esta navidad, la más simpática de las habituales de árboles, sueños y belenes de porexpan.
Aunque nada pueda hacer
volver la hora del esplendor en la hierba,
de la gloria en las flores,
no debemos afligirnos
porqué la belleza subsiste siempre en el recuerdo.
alfonso