Reparto: Leonardo di Caprio, Brad Pitt, Al Pacino...
EE.UU, 165 minutos, 2019
Un falsario huérfano de productor
Cabría imaginarse una historia totalmente falseada. Por ejemplo la del atentado de Carrero Blanco en que el comando volara a un cabo primero que pasaba por allí y acabara en la cárcel, tras dos horas de tediosas y larguísimas escenas, entre colores pastel y música ratonera de los sesenta. Además con un guión espástico que solamente en el minuto 160 nos hablara de las motivaciones de la banda paranormal de hippies estrafalarios, comandados por un Charles Mason de opereta.
Es la primera vez que Tarantino produce su propia película sin los Wenstein de Miramax, colgados a modo de trofeo por el Me2. Por cierto, deberían haber leído antes de haber tenido contacto con el bicho para promocionar sus carreras en gran parte de los casos, el magnífico libro de Peter Biskind, Moteros salvajes, toros tranquilos, publicado en 1998.
Y ya sin freno, los excesos de un director mueso que viste como Simeone en día de partido, tendente al postureo y a epatar al respetable y engatusar a los adolescentes poco respetables quedan brutalmente al descubierto.
Por supuesto el insoportable Di Caprio sobreactua preñado de tics, mal acompañado por un Brad Pitt especialista en papeles macarras cuando el director no le marca territorio e (im)posturas.
En definitiva dos horas y media aburridas, de música ramplona, estética colorinista, planos contrapicados y discurso falsario para perpetrar una estafa con la complicidad de la Academia ombliguista de Hollywood, de la calidad y el empaque del trilero del Palacio de la Moncloa al propinar sus abrazos.
alfonso