Reparto: Jonathan Pryce, Anthony Hopkins, Juan Minujín
Reino Unidos, 126 minutos insoportables, 2019
Populismo vaticano
Tras la exitosa operación del derribo de los países de socialismo real e irreal a cargo del papa polaco -lo cual es un epíteto como una catedral- la Iglesia, la organización mafiosa favorita de Scorsese, se enfrenta al retroceso en todo el mundo, agobiada por el movimiento Evangelista y cocida en sus propias contradicciones tras disolver la Teología de (mi) Liberación y movimientos afines a los desempoderados (sic) del Tercer Mundo.
Se trata de, como en los dos últimos dos mil años preñados de guerras, traiciones y perversiones, volver a tomar la iniciativa y para ello el mejor secuaz de Wojtyla, el alemán -he aquí otro indiscutible epíteto-, el rotweiller inquisidor, vuelve sus ojos al populismo más rabioso, encarnado en un argentino, peronista por supuesto, como ahora nuestros políticos de izquierda. Solo que los vaticanos llevan siglos ocupando los cielos.
Primero hay que lavar la cara al Bergoglio, perdonar sus pecados de colaboracionista con la dictadura de Videla, trazar un retrato que quiere ser simpaticón y comenzar de la mano del director de Ciudad de Dios, una burda hagiografía del émulo de Evita e Irene.
Lo demás poco importa, aunque la aseada dirección y actuación provoca las inevitables arcadas viendo tanta púrpura, tanta capilla Sixtina en croma, tanto anillo y crucifijo dorado. Confieso que no pude acabarla, ni siquiera en la tarde en que las borrascas cerraban puertas y ventanas a cal y canto.
Los dos siniestros personajes deberían haber acabado su contubernio haciendo lo que mejor saben hacer, decirse el uno al otro pegándose un codazo cómplice: "¿Qué, nos echamos un Froilán?"
alfonso