sábado, 27 de octubre de 2018

Thelma

Un levísimo y sobrenatural panfleto
Dir. Joaquim Trier
Act. Eili Harboe,  Kaya Wilkins,  Ellen Dorrit Petersen...

Noruega, 2017, 116 minutos

















Un levísismo y sobrenatural panfleto 
El sobrino holla por primera vez el sendero abierto por el tío más chalado, el mismísimo Lars von Trier, el agente provocador más chapucero del mundo por lo magro y chusco de los resultados. 

Joaquim se embarca ahora en lo sobrenatural tras las magníficas Oslo 31 de Agosto y El amor hace más ruido que las bombas, para relatar una historia de amor lésbico contenida por el peso de la culpa y el fundamentalismo cristiano escandinavo, ahí queda eso, que bosqueja una historia de brujas del siglo XXI. 

Son groseros los símbolos religiosos, -las serpientes, los pájaros suicidas, los vómitos negros-, y los capítulos de trasgresión, -el alcohol, las drogas, la blasfemia-; mediocre la historia de amor entre ellas, y muy brillantes las primeras escenas, -merece la pena ver el tráiler-, la fotografía con esos lentísimos travellings inversos, y algunas escenas que consiguen erizar el vello.

Y es decepcionante el final tan militante contra el hortero patriarcado (sic) o como se diga ahora, y el guiño feminista con la madre, más la pegajosa reconciliación de las amantes en contrapicado.

Pero, efectivamente, no hay que desdeñar el poder de la culpa y del pecado, sobre todo cuando se siembran en la infancia, como bien señala el subtítulo. De ello da buena cuenta los tiempos tenebrosos que atravesamos, trufados de una furibunda estupidez, esa sí, hija sola de nuestra naturaleza simiesca.
alfonso 

sábado, 20 de octubre de 2018

El hilo invisible

Puntada sin hilo
Dir. Paul Thomas Anderson
Act. Daniel Day Lewis, Vicky Krieps,  Lesley Manville...


Estados Unidos, 2017, 130 minutos
















Puntada sin hilo
Poco queda del brillante director de Magnolia o Boogie Nights y bastante del de las supinas tonterías de Embriagado de amor o Puro vicio. Ha acabado por creerse su papel de niño bonito del cine estadounidense a caballo entre el independentismo de Sundance y el gran espectáculo de Hollywood.

Aquí el espectáculo radica sobre todo en esta larga oda a la neurosis. Del protagonista, del personaje, de los secundarios y del director, responsable por cierto de una fotografía excelsa, un trabajo que deja boquiabierto por su profundidad de campo y la orfebrería de los encuadres. Su némesis es una banda sonora insoportable y omnipresente del guitarrista de Radio Head, al que prometo no pinchar jamás.

Tampoco hay que desdeñar el vestuario, claro está, y la puesta en escena, atención a los papeles pintados, así como la casa georgiana en que discurre toda la película y donde encerró al elenco y técnicos durante los 60 días del rodaje.

Por lo tanto no es de extrañar que Daniel Day Lewis, intensísimo toda la película, dijera basta y apuntara a retirarse de la interpretación. Ya veremos, pero si no lo hace va a acabar recostado en la otomana del psicoanalista o pescando truchas sin caña en los ríos de la verde Irlanda.

Un ejercicio de puro estilo, recibiendo influencias de todas partes, el Hitchcok de Rebeca y Vértigo, el Scorsese de La Edad de la Inocencia, incluso la atmósfera de Los muertos de Huston para componer un indigesto masala, tan dañino como las setas venenosas con que le reclama para ella sola la protagonista, deseosa de empoderarse a costa del insufrible modisto, perdón por la redundancia.
alfonso


lunes, 15 de octubre de 2018

Lady Bird

El arte de ser independiente
Dir. Greta Gerwig.

Act. Saoirse Ronan, Laurie Metcalf, Tracy Letts...

Estados Unidos, 2017, 94 minutos

















El arte de ser independiente
Eso que tan poco practican los jóvenes de estas latitudes, -vive de tus padres hasta que alcances su nivel de confort al menos-, lo escribe muy bien la directora y autora del guión y también de la anterior Frances Ha, en que aborda una historia similar.

Para ello se sirve de una extraordinaria actriz, Saoirse Ronan,  Hanna, Lost River, Brooklyn, cuyo nombre significa en gaélico precisamente Libertad  y se convertirá en un icono de la pantalla, como la ahora algo apagada Carey Mulligan.

Parece una película fácil, de instituto de provincias, es decir de Sacramento, California, en el caso que nos ocupa, de cuyas baldías tierras y omnipresente aridez intelectual quiere escapar como si se tratara de, pongamos por caso, Carboneras, Almería. Pero en realidad se trata de un retrato muy fino de personajes y de ese enfrentamiento que existe siempre más o menos veladamente entre mujeres, madre e hija en este caso, aunque las feministas se hayan inventado la estúpida y falsa memez de la "sororidad".

Buena galería de personajes, la gorda, la guapa ligera de cascos, el padre deprimido, la madre trabajadora y dominanta -ese producto tan made in Spain-, y Lady Bird, cuyo nombre no alude a la traducción, ese insecto llamado catarina o mariquita, sino a la mujer pájaro que renuncia al nombre que sus padres le han impuesto.

Lástima de final tan pringosillo, pero esto es Hollywood amigos. Si tenemos personalidad y somos obstinados y cabezotas, -lo somos, lo somos-, hay que apagar el televisor o salir de la sala en el minuto 90, cuatro antes del final. Y no ceder ante nuestros par de ancestros jamás.
alfonso

lunes, 1 de octubre de 2018

The rider

Mestizos low cost
Dir. Chloé Zhao
Act. Brady, Tim y Lilly Jaundreau...


104 minutos, EE.UU, 2018

















Mestizajes low cost
Una de esas películas que causan furor en los festivales de cine independiente y que sirven para que la directora, también mestiza por cierto, deje de ser independiente en cuanto pueda para hacer basura de súper héroes o así.

Los indios, o los nativos americanos como les llaman en Lavapiés, vagan por las praderas, en este caso, por las Badlands de Dakota del Sur, algo así como el desierto de Tabernas en Almería, como almas en pena, lidiando con el alcohol y las drogas y administrando los casinos que los emigrantes blancos les cedieron tras invadir su país, en busca de un mundo mejor, por supuesto. Sobre todo para ellos mismos.

Así, esta familia de Lakotas pasan de domadores de caballos salvajes a patéticos vaqueros de rodeo, donde suelen acabar lisiados, -o discapacitados como dirían en Ferraz-, y perdidos en un mundo que ya no es suyo, y una cultura de baratija, resultante de la de la clase media gringa: comida basura, familia disfuncional, cerveza Buddweiser, -léase Badwater-, y mucha televisión.

La directora arma una trama muy tenue, fotografía mal la naturaleza y los animales y desdibuja los diálogos, ya de por sí casi inexistentes, con una familia embarcada en galopante cuesta abajo, para bosquejar un relato donde prima la melancolía y la nostalgia por un tiempo que ya nunca volverá. Menos mal que a las naciones indias los Wasp al menos no les llamaron xenófobos.
alfonso