Act. Lydia Wilson, Laurence Spellman, David Mumeni...
Teatro El Matadero
Desmontando a Shakespeare
O quizá debiera decir al teatro isabelino de comienzos del Siglo XVII. Vi por vez primera en 1979 la representación de la obra en Madrid de la mano de la compañía de MªPaz Ballesteros, dirigida -mal- por su compañero Vicente Sainz de la Peña. Recuerdo un buen texto, una discreta actuación, una lamentable puesta en escena. Un escándalo en aquellos tiempos, todavía en el umbral de la caverna, por representar un incesto.
La compañía del dúo más aclamado del teatro mundial, Declan Donnellan y Nick Ormerod, Cheek by Jowl, algo así como uña y carne en traducción expedita, lleva arribando a esta capital algo más de siete años y hoy firma el epitafio de Mario Gas a cargo de El Español tras haber contribuido a aúpar a Ruiz Gallardón, el gran histrión, el auténtico Tartufo, a las más altas cimas de la miseria intelectual y moral, el Ministerio de Justicia.
John Ford es el máximo representante de un cierto teatro isabelino que ya entonces quería triunfar sobre la modélica obra de El Bardo -muerto ocho años antes de representarse esta obra-, a base de efectos especiales de la época: mucha daga, mucho veneno, algo de morbo, sexo turbio, lentejuelas y oropeles en el escenario. Como hoy Hollywood sin ir más lejos, salvando, eso sí, las abisales distancias. Y de eso se ríen a mandíbula batiente los directores, jugando con el humor, las canciones y una puesta en escena que oscila entre lo kitch y lo melifluo, siempre al borde de la más pura genialidad.
Los actores, a base de mucho ensayo y pura técnica dejan que aflore el genio que sólo se consigue trabajando, diciendo maravillosamente el verso, algo capado por la versión, y más para los que sólo lean los sobretítulos, y realizando una actuación total y entregada.
Pero el verso jacobino irrumpe en las escenas clave derramando su luz y su fulgor sobre esas pasiones tan crueles y tan primitivas que sólo pueden ser humanas.
Es el mejor teatro del mundo.
alfonso
La compañía del dúo más aclamado del teatro mundial, Declan Donnellan y Nick Ormerod, Cheek by Jowl, algo así como uña y carne en traducción expedita, lleva arribando a esta capital algo más de siete años y hoy firma el epitafio de Mario Gas a cargo de El Español tras haber contribuido a aúpar a Ruiz Gallardón, el gran histrión, el auténtico Tartufo, a las más altas cimas de la miseria intelectual y moral, el Ministerio de Justicia.
John Ford es el máximo representante de un cierto teatro isabelino que ya entonces quería triunfar sobre la modélica obra de El Bardo -muerto ocho años antes de representarse esta obra-, a base de efectos especiales de la época: mucha daga, mucho veneno, algo de morbo, sexo turbio, lentejuelas y oropeles en el escenario. Como hoy Hollywood sin ir más lejos, salvando, eso sí, las abisales distancias. Y de eso se ríen a mandíbula batiente los directores, jugando con el humor, las canciones y una puesta en escena que oscila entre lo kitch y lo melifluo, siempre al borde de la más pura genialidad.
Los actores, a base de mucho ensayo y pura técnica dejan que aflore el genio que sólo se consigue trabajando, diciendo maravillosamente el verso, algo capado por la versión, y más para los que sólo lean los sobretítulos, y realizando una actuación total y entregada.
Pero el verso jacobino irrumpe en las escenas clave derramando su luz y su fulgor sobre esas pasiones tan crueles y tan primitivas que sólo pueden ser humanas.
Es el mejor teatro del mundo.