domingo, 22 de diciembre de 2024

Marisol, llámame Pepa

 

Dirección y guion: Blanca Torres

España, 2024, 87 minutos

Movistar










Feminismo demente y manipulador

Oí hablar de Marisol antes de tener que ir a ver sus empalagosas películas. Mi padre había trabajado con Luis Lucia en Molokai, la pringosa película sobre un cura en la isla de leprosos del mismo nombre, que hacía las delicias del Obispo Morcillo, alias El Biscúter, y de todos los espectadores, que se partían de risa en las escenas más dramáticas. Me habló, digo, de una niña que era un fenómeno, andaluza rubia y de ojos azules, que cantaba con una voz que producía el mismo efecto que rascar la pizarra de clase con las cinco uñas, y que cayó secuestrada por el clan Goyanes.

O sea, que el documental recién estrenado prometía, porque como todos sabemos, la historia de esta mujer ilustraba muy bien una etapa clave de este país: franquismo (junto con Raphael), Transición, izquierdismo infantil de la mano del siniestro estalinista Ignacio Gallego, destape de la mano de César Lucas, fotógrafo de Interviu, casada en Cuba con el gran Antonio Gades, un hombre que se arrimaba a una falda como una polilla a una bombilla. Pepa le pilló en pleno romance, es un decir, con Laura del Sol en el set de El amor brujo y dijo basta. Y luego, como en los números de los magos más carpetovetónicos desapareció de escena, un mutis de los que hacen historia. Para bien.

Pues todo eso da para un gran documental o largometraje, pero el equipo perpetrador lo frustra con ahínco para montar un batiburrillo feo, sin gracia, aburrido y manipulador, para mayor deleite del clan de feministas dementes que ramonean por el metraje diciendo tonterías, estupideces, mentiras como pirámides, en boca de eximias portavoces de la estupidez hispana como Elvira Lindo, Cristina Almeida, Vicky Flores y, -atentos-, Esperanza Aguirre.

Es como si encontráramos una botella de whiskey irlandés 10 años, Connemara, por ejemplo, y lo mezcláramos con Coca Cola. 

Imbebible, intragable como este engendro cinematográfico que se subtitula Proceso a un mito, cuando a la que había que procesar es a su directora. Y condenarla. A galeras, por lo menos.

alfonso