Dir. Bi Yan
Reparto: Tang Wei, Sylvia Chang, Vivien Li...
China, 2018, 133 minutos
Filmin
En efecto, la vida es sueño
Más de dos horas en que podríamos prescindir de los subtítulos y dedicarnos a ver las imágenes de un director jovencísimo, poderosamente influenciado por Wong kar Wei y Tarkowski y perfumado con unas gotas del lirismo de Terry Malick. No insistáis, no hay nada que entender y los símbolos, el reloj que señala la eternidad y la bengala lo contrario, son tan arbitrarios como sugerentes.
Pero la utilización del color, digitalizado, claro, como ya es costumbre, los encuadres, y el poderoso plano secuencia del final de más de treinta minutos, te mantienen pegado a la pantalla como si estuvieses viendo cuadros en una exposición animada. Sin que sea una performance de la petarda de Marina Abramovic, sino algo adherido al subconsciente.
Filmaffinity resume la -casi inexistente- trama: Luo Hongwu regresa a Kaili, su ciudad natal, de la que huyó hace varios años. Comienza la búsqueda de la mujer que amaba, y a quien nunca ha podido olvidar. Ella dijo que su nombre era Wan Quiwen.
Kaili, al sur de China, cercana a las cumbres de Nepal nos deleita con una cosmovisión del cutrerío chino, que en su peor versión nos brinda las porquerías de Amazón, y en la mejor, como en esta película, artefactos oníricos y habitaciones inundadas y goteantes de sueños.
alfonso