Act. Ethan Hawke, Amanda Seyfried, Cedric the Entertainer...
EE.UU. 2017, 108 minutos
Trascendentalismo ecológico
El director, Paul Schrader, es un estudioso del cine que cuenta con un interesante libro El Trascendentalismo en el cine, en el que analiza este estilo en las figuras de Dreyer, Bresson y Ozu, los tres grandes que tanto han influido en Malick, Lars von Trier, Kurosawa y tantos otros. Parten de lo metafísico para describir o acercarse a lo inefable, lo invisible, lo desconocido, lo que se revela sutilmente. Malick además lo mezcla con Heiddeger.
Aquí la influencia de Dreyer es incontestable. Formato 1.37:1, fotografía con cámara fija en que los actores entran lentamente en plano, contrapicados, paisajes desolados y un tratamiento del color que recuerda el blanco y negro.
Cuenta la historia de un reverendo calvinista, como el director, antiguo capellán militar con hijo muerto en Irak; de un activista ecológico fundamentalista y de su mujer embarazada. Y el remordimiento del primero, las obsesiones del segundo y las esperanzas de la tercera.
En efecto, a primera vista parece un cóctel algo indigesto, que solo Schrader podría agitar con éxito, aunque la resaca te aceche algunas horas tras la visualización de algunas escenas realmente turbadoras.
Pero revuelve las tripas, agita las conciencias incluso para el que está de vuelta de todo como el que firma, y proporciona pólvora contra las fieras de dos piernas capaces de reír. Es decir, contra el ser humano a punto de destruir el planeta.
Para lo que me queda en el convento...
alfonso