Act. Benicio del Toro, Josh Brolin, Matthew Modine...
EE.UU, 2018, 122 minutos
Violenta como la vida (mexicana) misma
Recrea Hugh Thomas en La conquista de México la cara que puso Hernán Cortés, que no era precisamente un angelito, al contemplar en Cholula las atrocidades que cometían los sacerdotes aztecas con sus paisanos.
O se puede leer a Álvaro Enrigue glosando la vida de Geronimo en Ahora me rindo y eso es todo, donde realiza un auspicioso relato sobre las torturas que practicaban habitualmente Apaches y Chiricahuas sobre sus prisioneros en lo que actualmente es Sonora y Nuevo México.
No muy distinto de lo que ahora perpetran los cárteles mexicanos, con su tráfico de drogas y migrantes y su culto a la Santa Muerte. Y eso relata la sobresaliente secuela de Sicario, protagonizada tan brillantemente como la primera por un Benicio del Toro que se come la pantalla en cuanto sale y mira.
Muy violenta, claro está, con impactantes escenas reales, -no con esas miniaturas de helicópteros que "cantan" tanto-, y un Josh Brolin un tanto atarantado tras la creación de su fenotipo de duro en No es país para viejos. Tejida por un guión algo errático pero brillante, que apunta a la continuación de la saga, siempre que el puertorriqueño aguante.
O sea, de aquellos polvos, estos lodos.
alfonso