Productor: Ridely Scott
Act. Ryan Gosling, Harrison Ford, Edward J. Olmos
EE.UU, 2017, 163 minutos
Una viscosa trascendencia
Ni el tabardo del Terminator de turno, ni los pelucones del malo de la película, ni las obsesiones cristianoides del productor, un Ridley Scott que se desliza por una pringosa pendiente, ni el cameo alargado del abuelo Harrison, ni los manidos decorados distópicos en que se echa a faltar los invernaderos bajo plástico y esas modernas tiendas de raya que hoy se denominan centros comerciales... se acercan a la primera parte, sin que se haga la rendida admiración que algunos dicen profesarla treinta años más tarde.
Parece que la mayoría de los planos estuvieran rodados a cámara lenta con el deliberado propósito de aburrir cuando no irritar al respetable, siempre filmados tras esas invisibles chromas que antes llamábamos forillos, destilando una melaza espesa en forma de filosofía de hipermercado teñida de existencialismo de película porno soft... los 163 interminables minutos nos acaban rematando con saña y fruición con la aparición de ¡Elvis, Sinatra y Marilyn!
Y desde luego el atributo humano por excelencia, aquel que nos hace distintos de otras especies y máquinas, no es la fecundidad, ni el parto con dolor, ni las hijas, -en rabioso femenino, claro-. Es, como siempre hemos sabido, la crueldad.
Y vistos los tiempos que corren tampoco hay que desdeñar la más supina estupidez.
alfonso