Act. Marcial Álvarez, Sonsoles Benedicto, María Hervás, Iker Lastra, Juan Pastor Millet, Francisco Ortiz, Borja Ortiz de Gondra, Pepa Pedroche, Victoria Salvador, Cecilia Solaguren, José Tomé.
Centro Dramático Nacional, Teatro Valle Inclán
Borja, un fantasma en el caserío
Teatro del antiguo, un poco rancio, lleno de artificio, -proyecciones, efectos sonoros, esa manía contemporánea por los cajones deslizantes, bochornosos números musicales-, y muchos clichés gastados para narrar una historia que nunca es la de una familia y sí pretende contar la canónica de hoy en día de una Euskadi llena de ruido y furia.
Para ello el propio autor de un texto muy ramplón nos lo presenta personalmente en escena y hace un par de cameos infumables cuando le viene en gana, más por lucir palmito que por otra cosa, como trasunto descafeinado de un Hamlet doliente penando por el caserío familiar.
Es difícil en la actualidad ver diez actores en escena... y que todos lo hagan tan mal, algunos armados de pinganillo, ¿no se saben las -pocas- frases en euskara?, abusando de los gritos, los excesos y sobre todo, los tópicos, tremebundo el de la abertzale vestida a la moda actual en los años 80.
Desfilan curas, monjas, carlistones, homosexuales incomprendidos, amas inmisericordes con mando en plaza, pelotaris, cubanos indianos, baserritarras... Todos algorteños, pegaditos a Las Arenas.
Desfilan curas, monjas, carlistones, homosexuales incomprendidos, amas inmisericordes con mando en plaza, pelotaris, cubanos indianos, baserritarras... Todos algorteños, pegaditos a Las Arenas.
Luego la historia trata el trasfondo cainita de la sociedad vasca desde las guerras carlistas hasta la década de los ochenta, donde solo falta que aparezcan Melitón Manzanas y Carrero Blanco, esos dos mártires de la democracia, su dios y el PP los tiene sin duda en la gloria.
O sea, todo muy indigesto, como un pil pil mal ligado donde además no se nos ofreciera bacalao sino abadejo.
alfonso